Con sólo 20 años y una carrera en ascenso, el cuartetero, que de chico había vivido en la calle y en un instituto de menores, se quitó la vida en una habitación de hotel mientras jugaba con un arma. Había llenado estadios en todo el país y llevaba vendidos más de 200 mil discos. Era el heredero de Rodrigo.
“Dale que te quemo, dale que te quemo”. Eso repetía Walter Olmos junto a sus músicos con una pistola Bersa calibre 22 en la mano. Se la había regalado un amigo catamarqueño como él. Sonreía como un niño grande: para el cantante no se trataba más que de un juego.
Estaban en un modesto hotel del barrio porteño de San Cristóbal a punto de salir para los tres shows que debían dar esa noche en Quilmes, Berazategui y La Plata.
Las crónicas de la época aseguran que había un fuerte olor a cerveza en el ambiente, que Olmos dijo que iba a ducharse y que al rato se oyó un chasquido del gatillo del arma. Esa vez la bala no salió y todos respiraron tranquilos. Al rato, un ruido mucho más fuerte. El cuartetero quedó tendido sobre la cama con un disparo en la sien.
Hace 18 años, el 8 de septiembre de 2002, y mediante las clásicas placas rojas de Crónica TV, los argentinos se enteraban de que había perdido la vida de manera trágica una estrella de la movida tropical de 20 años que, para muchos, era algo más que el discípulo de Rodrigo y de Carlos “La Mona” Jiménez. En medio de la noche, los fans y los móviles de televisión comenzaron a rodear el hotel, ubicado en la calle Estados Unidos, entre la sorpresa y las lágrimas.
Walter Olmos nació en Catamarca el 21 de abril de 1982, en plena guerra de Malvinas. Su madre, Noemí, lo tuvo con apenas quince años. Lleno de privaciones y en una familia numerosa y humilde –él fue el primero de nueve hermanos–, Walter se crió en las calles de la capital de su provincia.
“¿Cómo lo describo? Mucho frío, nadie te da una mano tirado ahí en la calle. No tenés ganas de ir a tu casa, te da miedo que tu vieja te pegue porque no llevás un mango. Sabés que en cualquier momento viene la policía y te levanta. Vos querés hacer algo y nadie te da una mano para que tu familia pueda comer. Eso es hambre”, relató sobre aquellos años el cantante en una nota con la revista Veintitrés, en mayo de 2001.
Aquellos días sin hogar, haciendo changas y lustrando botas, quedarían más adelante inmortalizados en su tema “Chico de la calle”, en el que Olmos canta desgarrado “chico de la calle que nadie te pregunta si te falta el pan, chico de la calle que sufriendo esperas ser un poco más”.