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En un mundo donde el debate sobre la seguridad y el sistema penitenciario está siempre presente, los Países Bajos emergen como un ejemplo revolucionario. Este pequeño país ha logrado reducir su población carcelaria a tal punto que se enfrenta a una crisis peculiar: se están quedando sin presos.Contrariamente a la tendencia global, los Países Bajos han reducido significativamente su número de reclusos, lo que ha llevado al cierre progresivo de cárceles en todo el país. ¿La razón? Una política penitenciaria innovadora que enfatiza la reinserción social sobre la prisión prolongada.

Este enfoque radical ha demostrado ser efectivo en la reducción de la criminalidad. Desde 2014, el país ha cerrado 23 cárceles debido a la disminución del 40 % en el número de delitos cometidos.

La clave de este éxito radica en la forma en que los Países Bajos tratan a sus delincuentes: en lugar de encarcelarlos durante largos períodos, optan por penas cortas y multas, lo que también resulta más económico.

Desde 2014, el país ha cerrado 23 cárceles, una cifra contundente que revela una disminución aún más impresionante en el número de delitos y condenas.

Las condenas han disminuido en un 27 % en la última década. Pero lo más asombroso es que esto no se debe a un cambio en la actitud judicial hacia la prisión. Sino a una caída del 40 % en el número de delitos cometidos.

Este progreso en materia de seguridad en el país, se atribuye en parte a la legalización de las drogas y a una efectiva política de reinserción. Lo que reduce favorablemente los índices de reincidencia.

Fuente: Diario22.ar